Abuela.

Nuestros pasos vuelven inexorablemente a cruzarse en el camino, llego una fragancia entre los verdores de las praderas verdes, advirtiendo tu llegada, bajo el brillo de un sol más nuevo, prístino y brillante. Necesario brillar así, para iluminar el acontecimiento. Fue inventado para ese día, esos rayos esa calidez en el tacto. Tus llantos amargos del pasado habían cesado, tu lamento llego a su fin. En mis brazos, fue en ellos donde comenzaron a escribirse tus primeros días de vida, tus primeras risas y primeros logros que celebrabas emocionado.

Recuerdo cuando tus pupilas grises asustadas miraban el pardo de las mías, buscando respuestas a preguntas que no habían sido formuladas. Tu pelo antaño negro como Bagual el potro del abuelo, negro como tu futuro próximo. Mascullas algo que no comprendo. Sonrió dulce ante ti, sin dejar de ser un hombre y el niño que llevo dentro.

_¿Vuelves a hablarme?- pregunto tragándome le emoción, ahogándome en mi silencio que surca mi espalda como espada de Damocles justa y envenenada. Susurras la lengua materna, la lengua de la tierra mezclada con un perfecto francés. Susurras asustada escribiendo en mis brazos la apertura de tu mortaja.

Hiero, hiero…

Tus pupilas grises nerviosas me llaman,  acostado a tu lado y el cielo se torna oscuro, las primeras gotas anuncian arcangélicas la llegada de la estación de tormentas en la época estival. Serpentean rayos en el cielo.

_No tengas miedo.- susurro mientras tú, sonríes.

El sol s más bello que jamás vi, se fue alumbrando  tu entierro, el mismo que hoy no veo. Cuando lleguen las primeras tormentas podre mirar al cielo, expirare mi dolor bajo las lluvias del estío,  susurrare “no tengas miedo”.

*A mi abuela la mujer más importante de mi vida, sin corrección ninguna. Mis primeras letras me las enseño ella. A todas las abuelas del mundo porque a ella, le hubiese gustado que también lo dedicase a ellas.